TENGO UN ENAMORAMIENTO CON LA INASIBILIDAD DEL HUMO
TENGO UN ENAMORAMIENTO CON LA INASIBILIDAD DEL HUMO
que se desvanece entre las nubes. Observar por la ventana que enmarca un cielo más allá de mí es deleitarme en el escurrir de las horas que pasan silentes. Pienso que la lluvia definitivamente influyó en mi estado contemplativo, desde el que observo la danza apenas notoria del árbol. Regresé la atención a las palabras que se manifestaban entre mis ojos; caían desde las cejas como lágrimas —sin párpados que las detengan—, más cercanas a la lluvia que al llanto.
Las palabras también son como el humo. Y me encanta el humo: se va sin más, llevándose algo de ti entre sí — un pedazo de vida, quizá; una bruma de riña, otrora. No hay humo que sea cortante, como sí palabras que te dividen en mucho más que dos. Tan similares y tan distantes, el humo y las palabras, pienso al observar que el árbol ya no danza ahora que el viento ha cesado su canto. También el silencio hace la música; y lo estático, el movimiento. Es contundente pensar en lo que va y lo que viene y quizá por eso me gustaría ser una planta sin raíces. ¿Así, de dónde asirse? Simultánemente, una discurre por las aguas del río que es y jamás vuelve a ser, fluyendo constante.
Sin raíces de las cuales nutrirse, hay que recurrir a lo inasible: tomemos la vida del humo que nos pide algo a cambio. Es un contacto constante con el fuego esto de invocar los diversos humos; la chispa que salta para comenzar el juego de la ignición con la mecha; la mecha, una raíz nutrida por el aliento de un dragón líquido, un dragón blanco y líquido. Ojalá pudieran ver este fuego aquí conmigo, como el árbol que se asoma más allá de la ventana. Sobre sus ramas y a la altura de mis ojos, las nubes son grisáseas y cubren la totalidad del cielo; quizá se trata en realidad de una película de polvo de agua que quedó adherida sin más.
El fuego también se desvanece, si acaso es un poco más insistente. Revela secretos antes de irse en un ligero puff y dejar tras de sí una ligera estela de humo que no se desvanece: se integra a las nubes. Y yo suspiro, suspiro de enamoramiento cuando se extingue esa última voluta de humo (insasible).